Marcel Proust: un detalle
Artículo de Mario Grande, escritor de El libro de los abedules
En el primer volumen de Du côté de chez Swann, al comienzo de la tercera parte titulada Noms de pays: le nom[i], se lee:
«Parmi les chambres dont j’evoquais le plus souvent l’image dans mes nuits d’insomne, aucune ne resemblait moins aux chambres de Combray, saupoudrées d’un atmosphère grenue, pollinisée, comestible et dévote, que celle du Grand Hotel de la Plage, à Balbec, dont les murs passés au ripolin contenaient, comme les parois d’une piscine, où l’eau bleuit, un air pur, azuré et salin.»
Desde el punto de vista gramatical, la lectura plantea dos cuestiones relacionadas: el sujeto y el tema.
Los sujetos de esta oración compleja, por orden de aparición, son: je, aucune, celle, murs, eau y parois.
Por inercia, tendemos a identificar como sujeto de la acción a je, pero en este caso tampoco es correcto. Je es el sujeto de una oración subordinada introducida por el pronombre relativo dont.
¿Cuál es, entonces, el sujeto de la oración principal? El pronombre indefinido aucune, que sustituye a “chambre”, “aucune parmi les chambres” diríamos, sino fuera por el orden de la frase, que separa tanto “chambre” de “ne resemblait moins” (en espacio y en número gramatical, pues “parmi” y el plural ya introducen una comparación) que exige un pronombre indefinido negativo.
Siendo la oración principal una oración comparativa, el segundo término de la comparación -“celle”, introducido por el pronombre relativo “que”- sustituye tanto al sujeto “chambre” como al predicado “resembler”.
Los otros sujetos, “murs”, “parois”y “eau” lo son de oraciones subordinadas.
Las habitaciones
El tema es el contraste entre las habitaciones de Combray y Balbec, ambos topónimos de ficción, amplificado por la oposición entre la “atmosphère” de Combray y el “air” de Balbec, expresada en sendas series de adjetivos con gran intensidad expresiva.
El narrador se coloca en un segundo plano. Lo relevante es el contraste, lo de menos quién evoca. Aspecto este a poner de relieve ante tanta literatura del “yo”.
Sin embargo, la evocación es poderosa. Basta con fijarse en cuatro palabras: los sustantivos “chambre” e “image” y los verbos “evoquer” y “resembler”. “Chambre” no es cualquier habitación, sino aquella que tiene algún rasgo que la distingue. Es más que “dortoir”, como dice más adelante. “Image” nace de encarnación, aparición, no solo representación mental. “Evoquer” remite a la potencia mágica de la palabra (la fórmula sagrada “En el nombre de…” para conjurar la presencia del mal) capaz de recrear, traer a la vida lo oculto, latente o informe, dándole impresión inmediata de autenticidad. Más fuerte que “voix”, mera afirmación. “Resembler” contiene la raíz indoeuropea “sem”, uno. De ahí asemejarse.
El poder del narrador
El narrador arma con estas palabras sabiamente diseminadas un discurso de sensaciones contrapuestas, entre pesadez y levedad, calidez y frialdad, pureza e impureza. En plena coherencia con el tema.
Dos rasgos característicos del autor: la memoria involuntaria de las sensaciones (y la fertilidad del insomnio para despertarlas, anunciada desde la primera frase de la Recherche: “Longtemps, je me suis couché de bonne heure.”) como germen de la materia literaria y la dualidad (aquí representada por Combray y Balbec) en el tiempo, no simultánea. Ambos rasgos explican a la vez que exigen el minucioso estilo narrativo de Proust y la aparente deriva del texto. Es más sutil y hondo que la mera asociación de ideas o la contradicción como motor o las archisabidas nociones de trama y argumento.
Prolijo zen.
[i] Edición utilizada: Du côté de chez Swann, édition de Antoine Compagnon, Gallimard, 2019
Y si te has quedado con ganas de más:…
Mario Grande cuenta otro detalle interesante, esta vez del turco, aquí. Y si prefieres la literatura rusa, lee el augurio de Dostoyevski. Puedes comprar El libro de los abedules aquí.